martes, 25 de marzo de 2008

La Ciencia como Dogma

Al sernos físicamente imposible comprobar cada una de las hipótesis que han sido validadas en la historia de la humanidad, los científicos, como cualquier otra persona, debemos elegir creer en los resultados obtenidos por nuestros antepasados. Desde este punto de vista, el marco teórico de la ciencia no es en la práctica más que un conjunto de creencias.
Para el común de la gente, ciencia y religión son dos conjuntos de creencias igualmente válidos (aunque posiblemente contradictorios). La diferencia entre ambos está dada porque aquellos involucrados en la ciencia se encargan de manera intensiva de incrementar este conjunto de creencias, mientras que aquellos involucrados en la religión se encargan de manera intensiva en difundir las creencias que les han sido legadas.

lunes, 24 de marzo de 2008

La Biblia Negra - Bible Black Gaiden



Apto sólo para mayores de 18 años...

Dios es una superstición socialmente aceptada...

Si alguien te dice que ayer se le rompió un espejo y que está buscando dónde comprar una pata de conejo para contrarrestar los siete años de mala suerte, la mayoría de nosotros pensaría que su creencia es al menos ridícula. Ahora bien, cuando alguien te cuenta que cree en una entidad inmaterial a la que un día se le ocurrió crear al Universo, la mayoría de nosotros pensaría sinceramente que su creencia es digna de respeto.

jueves, 20 de marzo de 2008

lunes, 17 de marzo de 2008

Claquesous

¿Quién era este Claquesous? Era la noche. Para salir, esperaba que el cielo se hubiese cubierto de negro. Al anochecer, salía de un agujero adonde volvía al amanecer. ¿Dónde estaba el agujero? Nadie lo sabía. Siempre en la más completa oscuridad, nunca hablaba a sus cómplices sino volviendo la espalda. ¿Se llamaba Claquesous? No. Decía: “Yo me llamo nadie”. Si aparecía una luz, se ponía una careta. Era ventrílocuo. Babet decía: “Claquesous es un nocturno a dos voces”. Claquesous era vago, errante, terrible. No había seguridad de que tuviese voz, pues su vientre hablaba más a menudo que su boca; no había seguridad de que tuviera un rostro, pues nadie había visto más que su máscara. Desaparecía como un fantasma y aparecía como si saliera de la tierra.

Los Miserables – Victor Hugo. Tercera parte. Libro séptimo. Capítulo III.

Aeon

sábado, 15 de marzo de 2008

La ciencia nos brinda la posibilidad de vivir mejor, la religión nos brinda la posibilidad de convivir mejor...

Science make us able to live better, religion make us able to live together better...

Paris Hilton

LONGYEARBYEN

"Por primera vez desde octubre, el 8 de marzo, el Sol volvió a asomarse en Longyearbyen, un pueblo situado a 965 km del Polo Norte."

"Inger Marie Hegvik duerme entre dos y tres horas más durante los meses oscuros"














"Durante la primera parte de noviembre y en febrero, cuando el Sol está muy por debajo del horizonte, el día apenas recibe luz indirecta, un lapso breve de atardecer azulado. Durante las próximas semanas, en cambio, los habitantes disfrutarán de la alternancia diurna de luz y oscuridad que es habitual en otras partes. A fines de marzo, la transformación será total: a partir de abril y hasta setiembre, será de día permanentemente en este pueblo.

The New York Times, 15/3/2008

viernes, 14 de marzo de 2008

domingo, 9 de marzo de 2008

¿Por qué te van a decir algo que no es verdad?

Esta es la respuesta que me dio mi mamá cuándo le dije que un producto que estaban promocionando en la tele seguro que no servía para nada...

Remedios

No entendía por qué las mujeres se complicaban la vida con corpiños y pollerizas, de modo que se cosió un balandrán de cañamazo que sencillamente se metía por la cabeza y resolvía sin más trámites el problema del vestir, sin quitarle la impresión de estar desnuda, que según ella entendía las cosas era la única forma decente de estar en casa. La molestaron tanto para que se cortara el cabello de lluvia que ya le daba a las pantorrillas, y para que se hiciera moños con peinas y trenzas con lazos colorados, que simplemente se rapó la cabeza y les hizo pelucas a los santos.

Lo asombroso de su instinto simplificador, era que mientras más se desembarazaba de la moda buscando la comodidad, y mientras más pasaba por encima de los convencionalismos en obediencia a la espontaneidad, más perturbadora resultaba su belleza increíble y más provocador su comportamiento con los hombres.

Hasta el último instante en que estuvo en la tierra ignoró que su irreparable destino de hembra perturbadora era un desastre cotidiano. Cada vez que aparecía en el comedor, contrariando las órdenes de Úrsula, ocasionaba un pánico de exasperación entre los forasteros. Era demasiado evidente que estaba desnuda por completo bajo el burdo camisón, y nadie podía entender que su cráneo pelado y perfecto no era un desafío, y que no era una criminal provocación el descaro con que se descubría los muslos para quitarse el calor, y el gusto con que se chupaba los dedos después de comer con las manos.

Hombres expertos en trastornos de amor, probados en el mundo entero, afirmaban no haber padecido jamás una ansiedad semejante a la que producía el olor natural de Remedios, la bella.

Remedios, la bella, trataba a los hombres sin la menor malicia y acababa de trastornarlos con sus inocentes complacencias.

Un día, cuando empezaba a bañarse, un forastero levantó una teja del techo y se quedó sin aliento ante el tremendo espectáculo de su desnudez. Ella vio los ojos desolados a través de las tejas rotas y no tuvo una reacción de vergüenza, sino de alarma.
- Cuidado – exclamó-. Se va a caer.
- Nada más quiero verla- murmuró el forastero.
- Ah, bueno – dijo ella -. Pero tenga cuidado, que esas tejas están podridas.

- Déjeme jabonarla – murmuró.
- Le agradezco la buena intención –dijo ella-, pero me basto con mis dos manos.
- Aunque sea la espalda –suplicó el forastero.
- Sería una ociosidad- dijo ella-. Nunca se ha visto que la gente se jabone la espalda.
Después, mientras se secaba, el forastero le suplicó con los ojos llenos de lágrimas que se casara con él. Ella le contestó sinceramente que nunca se casaría con un hombre tan simple que perdía casi una hora, y hasta se quedaba sin almorzar, sólo por ver bañarse a una mujer. Al final, cuando se puso el balandrán, el hombre no pudo soportar la comprobación de que en efecto no se ponía nada debajo, como todo el mundo sospechaba, y se sintió marcado para siempre con el hierro ardiente de aquel secreto. Entonces quitó dos tejas más para descolgarse en el interior del baño.
- Está muy alto –lo previno ella, asustada-. ¡Se va a matar!
Las tejas podridas se despedazaron en un estrépito de desastre, y el hombre alcanzó a lanzar un grito de terror, y se rompió el cráneo y murió sin agonía en el piso de cemento.

Remedios, la bella, se quedó vagando por el desierto de la soledad, sin cruces a cuestas, madurándose en sus sueños sin pesadillas, en sus baños interminables, en sus comidas sin horarios, en sus hondos y prolongados silencios sin recuerdos, hasta una tarde de marzo en que Fernanda quiso doblar en el jardín sus sábanas de bramante, y pidió ayuda a las mujeres de la casa. Apenas habían empezado, cuando Amaranta advirtió que Remedios, la bella, estaba transparentada por una palidez intensa.
- ¿Te sientes mal? –le preguntó.
Remedios, la bella, que tenía agarrada la sábana por el otro extremo, hizo una sonrisa de lástima
- Al contrario –dijo-, nunca me he sentido mejor.
Acabó de decirlo, cuando Fernanda sintió que un delicado viento de luz le arrancó las sábanas de las manos y las desplegó en toda su amplitud. Amaranta sintió un temblor misterioso en los encajes de sus pollerinas y trató de agarrarse de la sábana para no caer, en el instante en que Remedios, la bella, empezaba a elevarse. Úrsula, ya casi ciega, fue la única que tuvo serenidad para identificar la naturaleza de aquel viento irreparable, y dejó las sábanas a merced de la luz, viendo a Remedios, la bella, que le decía adiós con la mano, entre el deslumbrante aleteo de las sábanas que subían con ella, que abandonaban con ella el aire de los escarabajos y las dalias, y pasaban con ella a través del aire donde terminaban las cuatro de la tarde, y se perdieron con ella para siempre en los altos aires donde no podían alcanzarla ni los más altos pájaros de la memoria.

Cien Años de Soledad - Gabriel García Márquez - 1967

sábado, 8 de marzo de 2008

lunes, 3 de marzo de 2008

La vida es movimiento...

Por lo tanto, el que ya no cambia ha de estar muerto.

¿En qué tipo de juego se puede destacar un tonto sin suerte ni habilidad?

¡En un RPG! En ellos lo único que necesitamos para que nos vaya bien es tiempo. Eso explica por qué son tan exitosos, hay mucha gente al pedo...