sábado, 20 de septiembre de 2008

Nirvana

El 10 de diciembre de 1996, una neurocientífica de Harvard llamada Jill Bolte Taylor despertó en su apartamento con un dolor agudo detrás de un ojo. Un vaso sanguíneo se había reventado en su cerebro. En cuestión de minutos el lóbulo izquierdo comenzó a fallarle. Extrañamente se sentía estupenda. “Me sentía como un genio liberado de su botella”, escribió más tarde.
Había desaparecido el parloteo incesante que normalmente llenaba su mente. Sus preocupaciones cotidianas -sobre su hermano esquizofrénico y su empleo importante- deshicieron sus amarres y se alejaron de ella.
También cambiaron sus percepciones. Podía ver que los átomos y las moléculas que conformaban su cuerpo se mezclaban con el espacio a su alrededor. “Mi percepción de los límites físicos ya no estaba limitada a donde mi piel se encontraba con el aire” escribió en su biografía.
Mientras tanto su cuerpo luchaba por sobrevivir. Tenía un coágulo del tamaño de una pelota de golf en su cabeza, y sin el uso de su hemisferio izquierdo perdió las funciones analíticas básica, como la capacidad de hablar o entender números y letras.
A Taylor le ayudó que su hemisferio izquierdo no quedó destruido, y eso probablemente explica cómo fue capaz de recuperarse por completo.
Ella vivió algo que había estudiado durante mucho tiempo: que los dos lóbulos del cerebro son muy diferentes. Por lo general el izquierdo nos da el contexto, el yo interior, el tiempo y la lógica. El derecho nos da la creatividad y la empatía.
Muchos budistas se han acercado a Taylor, pues dicen que su experiencia confirma las creencias en un estado de alegría alcanzable.
“La religión es una historia que el cerebro izquierdo le cuenta al derecho” dice Taylor. Aún así, afirma que: “El nirvana ya existe”.

Diario The New York Times - Sábado 21 de junio de 2008

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